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Los ciudadanos de segunda mueren los sábados

Por Hinde Pomeraniec | Para LA NACION

"Todo sucede por alguna razón". La frase fue escrita en su página Facebook por un chico de 18 años, amante del rap y de la play station, cuando no podía saber que le quedaban horas de vida. Leída hoy, revela espíritu de epitafio. 

Altísimo y sobregirado en kilos, rebelde y resentido contra la policía como todos los adolescentes de la comunidad negra de Ferguson, Michael Brown murió en la calle y a pleno día el sábado 9 de agosto

Había robado una caja de cigarrillos. La autopsia reveló seis balas alojadas en su cuerpo; las pericias confirmaron que otras seis habían sido disparadas por la misma arma con la que el policía Darren Wilson (28) lo atacó hasta darle muerte. 

Wilson arrancó disparando desde el interior de su móvil, luego de que Brown lo puteara cuando el policía les pidió, a él y al amigo que lo acompañaba, que subieran a la vereda y siguió durante minutos, ya afuera del auto. Michael estaba desarmado y hay testigos que aseguran que tenía los brazos en alto. 

Así y todo, días atrás el gran jurado del condado de St. Louis determinó que no había pruebas suficientes para acusar a Wilson, un muchacho blanco y con cara de tipo mayor. Se lo veía seguro frente a las cámaras cuando dijo que volvería a hacer lo que hizo porque se sintió amenazado por Brown. 
Su renuncia a la fuerza habla más de su miedo a la reacción popular que de autocrítica.

Desde la muerte de Brown, la furia está instalada en las calles de Ferguson, pequeña localidad del estado de Missouri de 21.000 habitantes. Casi el 70% de la población es negra y, sin embargo, de los 53 agentes que integran el cuerpo de Policía solo 4 son negros. 

El jurado que se reunió 25 veces durante tres meses, escuchó a más de 60 testigos y determinó la no culpabilidad del policía Wilson estuvo integrado por 9 blancos y 3 negros. Y el fiscal del caso es un hombre blanco, hijo de un policía que murió asesinado por un negro: no parece la persona ideal para manejar el tema. 
Por datos como estos sería injusto decir que el fallo que absolvió a Wilson fue una sorpresa.

El 22 de noviembre también fue sábado. 
Esa tarde, una llamada anónima alertó al 911 diciendo que un muchacho con un arma estaba asustando a los transeúntes en un parque de una zona pobre de Cleveland, Ohio. 
Quien hizo la llamada aclaró que posiblemente el arma era falsa. 
En la grabación se escucha cómo le consultan con insistencia si el sospechoso es blanco o negro. 

"Negro", responde finalmente. Minutos después, dos agentes policiales desde su patrullero intimaban al joven a levantar los brazos. No lo hizo y a cambio llevó su mano a la cintura: en segundos lo derrumbaron dos balazos. 

Tamir Rice tenía 12 años y portaba una réplica de aire comprimido de una semiautomática con la que jugaba a ser grande y malo. 
Era un chico demasiado alto para su edad, pero era un chico. 
Murió en el hospital al día siguiente. 
Los agentes Timothy Loehmann (26) y Frank Garmback (46) están siendo investigados por el hecho. Desde aquí podríamos casi adivinar cuál será el fallo del gran jurado.



Las marcas de la esclavitud y de la segregación no desaparecen solo a fuerza de leyes



Los números del racismo en EE.UU. sofocan aún cuando desde 2008 hay un presidente negro en la Casa Blanca. Estos días ofrecen una buena oportunidad para recordar que al momento de nacer Barack Obama (1961), los negros aún no tenían derecho a voto, algo que recién consiguieron en 1965. 

Hasta entonces, negros y blancos estaban separados en escuelas, hospitales, cabinas de teléfonos, restaurantes y transporte público. No podían juntarse en parques, clubes ni taxis. 
Los negros no podían ingresar por la puerta principal de los edificios públicos y debían ceder el paso y el asiento a cualquier blanco. Esto ocurría hace apenas cincuenta años.

Las marcas de la esclavitud y de la segregación no desaparecen solo a fuerza de leyes. 
Así, pese a conformar el 12,6% de la población de casi 310 millones de habitantes, diferentes estimaciones señalan que entre el 40 y el 45% de los detenidos estadounidenses son negros. 

Algunos análisis sostienen que los jóvenes negros en ese país tienen 21 veces más posibilidades de morir violentamente que los blancos y 6 veces más posibilidades de ir presos. 
El 40% de los condenados a muerte son negros. 
Según un estudio del Pew Center, la brecha entre blancos y negros se triplicó en los últimos 25 años.

El apartheid puede tomar distintas formas. 
Una de ellas, la que por estas semanas parece hervir en las calles de varias ciudades de EE.UU., se perfecciona cuando la discriminación se prolonga en el tiempo como hecho natural, creando ciudadanía de segunda clase para una parte de la población y fijando las condiciones ideales para que los más pobres, los menos educados y los más violentos sean siempre los mismos..